BILBAO. Por segundo año consecutivo, José Miguel Flores se ha adjudicado el campeonato de Europa de caza sin muerte. Tras jubilar a ‘Dendaberri Jai’, tiró de otro setter inglés, el «precoz» ‘Dendaberri Obama’, por los montes de Pogdorica (Montenegro) en busca de becadas. Fue el más rápido en encontrarlas sin matarlas.
¿Le cuesta apretar el gatillo?
Pues sí. Para todo hay una época. He tenido la fortuna de cazar mucho, pero, con el paso de los años, valoras mucho más el disfrute del perro y el entorno que la muerte. Al fin y al cabo, la captura sólo satisface a los perros. Lo necesitan por sus instintos predatorios.
¿Ya mató suficiente?
He matado muchas becadas.
¿Cuántas habrán caído?
Luis Palomera, un amigo muy metódico que me conoce desde niño y con el que llevo cazando toda la vida, lleva la cuenta en un diario. Hasta 2011 contabilizaba 2.000 becadas.
¿Era de buen tiro?
Sí. Pero desde esa fecha he matado francamente pocas.
Muchos aficionados le verán ahora como un cazador ‘light’.
Pues sí. Además del orgullo propio, el 90% de los cazadores piensan que son mejores que los demás. ‘Yo soy el que más mato’, ‘Yo soy el que mejor tiro’... Así que cuando dices que no matas las piezas, que el lance acaba cuando ves a la becada alzarse al vuelo y que el perro permanece inmóvil reprimiendo sus instintos...
Se extrañan.
No entienden que el lance acabe ahí. El perro debe fijar la becada y reprimir su instinto con una absoluta determinación. Además, una becada muerta no sirve para casi nada. Solamente...
¡A la cazuela y qué rica!
Pero la que cae ahí nos podría dar muchas más satisfacciones de haberla indultado.
¿No tiene la sensación de volver de vacío a casa sin ninguna pieza en el morral?
En los últimos años ha crecido la sensibilidad de los cazadores, aunque hay muchos que no lo entienden. Yo soy de Carranza y lo he vivido desde niño. Cuando llegabas a casa, ya de noche, después de pasarte 8 o 9 horas, te soltaban la misma pregunta ‘¿cuántas has matado?’ Eso me consta que todavía sigue, pero los tiempos deben ir cambiando. Las nuevas generaciones valoran otras cosas.
¿Por ejemplo?
No es raro escuchar ‘mis perros han trabajado bien’. Deja muy a las claras que las tendencias van cambiando. No piensan sólo en matar. Eso, hace 20 o 25 años, era simplemente impensable.
¿Los carranzanos de toda la vida le ven como un bicho raro?
No, hombre, no. ¡Qué va! Me quieren muchísimo, aunque quizás lo entiendan mal.
¿Es ecologista esta caza?
La caza en sí es cada vez más reflexiva. El cazador también es más sensible con el valor de las especies cinegéticas. Reconoce que hay que preservarlas.
¿Qué placer halla en devolver la becada al campo?
Entre las becadas y los perros hay una especie de amor que nosotros debemos preservar. Desde niño he sentido pasión por ambos. Aprendes a querer a las becadas y te apena verlas muertas.
¿Sólo indulta a las becadas?
Ahora a casi todas las especies.
Eso es como jubilar la escopeta.
Prácticamente la llevo de adorno. La caza sin muerte en un coto compartido con amigos de la misma condición da juego toda la temporada.
Usted se quedará satisfecho, pero ¿es lo que desean los perros?
Está demostrado que un perro mejora su calidad de búsqueda cuantos más encuentros tenga con las aves. El problema es que todavía se arrastra un problema de muchísimos años que se resume en la frase ‘si no la mato yo, la va a matar otro’
¿Sigue pasando?
Esto es extensible a las becadas y a las demás especies. Hay que concienciarse de que las generaciones actuales y venideras somos responsables de la buena salud cinegética.
En la caza sin muerte, ¿uno no es nadie sin buenos perros a su lado?
Sin un buen perro matas muy poco caces lo que caces. ¡Aquí siempre gana el perro! Es el verdadero protagonista. Es él quien caza. «Nos tiramos en sus brazos»
En realidad, ustedes no hacen más que conducir al animal.
¡Te tiras en sus brazos! Dependemos totalmente de su astucia para dirigirlos por las zonas más propicias. Pero son los animales los que deben encontrar y mostrar con determinación dónde está la becada. Eso sólo se consigue con ejemplares inteligentes.
Aparte de buen olfato, ¿qué tiene ‘Dendaberri Obama’?
Es joven. Sólo tiene dos años y es muy precoz. Y tiene lo que, para mí, deben tener todos los grandes perros de caza.
¿Qué es?
Inteligencia y, sobre todo, algo que no se le reconoce pero que te llena de satisfacción. Siempre se le da importancia al olfato, la fuerza, el aspecto físico, la capacidad de desplazamiento... Con los años he aprendido que lo verdaderamente bueno, independientemente de que tenga todos esos instintos, es que entienda qué es lo que queremos de él. Su capacidad para aprender rápidamente... Si lo hace bien, conseguiremos que sea un grandísimo perro de caza.
¿Con ‘Obama’ le costó mucho?
No. Lo entendió muy rápido. Ha sido francamente precoz.
¿Hasta jubilar a ‘Jai’?
Sí, sí. Va camino de ocho años, que cumplirá en marzo, y ya está en casa tranquilamente.
Lástima. Un campeón relegado a un segundo plano.
Ahora lo utilizamos como reproductor.
¿Cómo premia a sus campeones?
El día que lo hacen muy bien les das un poco más de comer, pero un perro de caza y de competición es un atleta. Y la alimentación es muy rigurosa. Siempre comen el mismo pienso y las mismas dosis. De cada 25 o 30 becadas que un perro muestre, con que muerda una para que ese instinto se vea premiado, es suficiente.
¿Por qué compite siempre con setters ingleses?
Porque son dulces y se adaptan bien al bosque. Es la raza canina más humana. Jamás muerde a un niño. En el monte es una fiera y en casa, muy dócil. Su mirada transmite una complicidad. Cuando ese perro te viene de hacer lazos de 400 o 500 metros, pasa a tu lado y te mira esperando alguna indicación... ¡Parece que te está mirando más un amigo que realmente un perro!
Son perros ‘vip’ que valen un pastizal.
Cara sale su preparación. Para el campeonato me pasé todo el verano en los Alpes suizos, italianos y franceses.
LUIS GÓMEZ
